domingo 20 octubre de 2013 | Publicado a las 3:34 pm · Actualizado a las 3:34 pm
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Cirugía estética: La vanidad en el quirófano
La cirugía estética no es una especialidad en sí misma, ya que constituye una rama de la Cirugía Plástica Reconstructiva y Estética que sólo pueden ejercer los egresados de medicina general que cursan un posgrado en cirugía plástica de dos o tres años de duración. Por lo general someterse a una intervención quirúrgica constituye una […]
La cirugía estética no es una especialidad en sí misma, ya que constituye una rama de la Cirugía Plástica Reconstructiva y Estética que sólo pueden ejercer los egresados de medicina general que cursan un posgrado en cirugía plástica de dos o tres años de duración.
Por lo general someterse a una intervención quirúrgica constituye una decisión exclusiva del médico tratante, y el paciente la acata cuando ya no le queda ninguna otra opción y después de consultar a dos o más especialistas en busca de un tratamiento alternativo. Esta situación sin embargo, se invierte en el caso de la cirugía estética, una rama de la medicina plástica que atiende a personas sanas que por propia elección ingresan en un quirófano con el propósito de corregir defectos físicos, ya sea porque éstos afectan su calidad de vida o porque en alguna forma interfieren con las metas que se han fijado en el plano social y laboral.
A diferencia de la cirugía plástica reconstructiva, de la cual hay antecedentes en las civilizaciones antiguas, la práctica de operar con fines puramente estéticos es bastante reciente y está asociada a los avances de la informática, ciencia que permitió popularizar las técnicas utilizadas en el exterior, en especial por médicos brasileros y norteamericanos. Entre los años 50 y 70, el reinado del doctor Ivo Pitanguy era indiscutible; su trayectoria profesional y académica lo convirtió en el preferido de las celebridades de la realeza, el cine y la música, pese a lo cual conservó un prestigio basado en los postulados éticos de la medicina general.
En la década de los 80 surgió un nuevo gurú de la cirugía estética, el doctor Rey, brasilero avecindado en Miami, cuyo programa de televisión llegó al más alto nivel de rating en varios países. Se le atribuye el dudoso mérito de haber iniciado una explosión mediática al transmitir, como en un reality show, todo lo que transcurría al interior de su consulta y en la mesa de operaciones, donde acudían docenas de jovencitas encandiladas por la posibilidad de lograr un cuerpo perfecto.
Actualmente cada vez con mayor frecuencia las personas están dispuestas a pasar por alto sus temores y asumir los riesgos que conlleva cualquier cirugía, para quitarse años o verse más hermosas, lo cual pareciera estar muy vinculado a la importancia que ha adquirido la belleza como valor estético impuesto por la sociedad post moderna. “Lucir bien” es hoy sinónimo de éxito y de apertura a mejores oportunidades, sobretodo en el mundo del espectáculo, en el cual la competencia suele ser muy fuerte.
No obstante, más allá de las presiones que impone el show bussiness a modelos y artistas del cine y la televisión, existe un número creciente de chilenos comunes y corrientes que hoy recurren al bisturí para torcer la mano de la naturaleza y liberarse de molestos complejos: narices muy largas o muy prominentes, mentones pronunciados, demasiadas arrugas, abdomen plegado y otras imperfecciones congénitas o producidas por el paso del tiempo, pueden resultar intolerables a algunas personas y en esos casos, la única manera de reconciliarse con el espejo y recuperar la autoestima es ponerse en manos de un cirujano plástico.
El problema es que no todos los candidatos necesitan realmente una cirugía estética y en la actualidad cada vez son más los que han tomado tan drástica decisión movidos por la publicidad que rodea esa rama de la medicina, diferente a cualquier otra, tanto por los elevados aranceles que maneja como por la particularidad de operar, en un
90% de los casos, a gente físicamente sana.
No hay “cirujanos estéticos”.-
Hubo un tiempo, lejano por cierto, en que la belleza física de la mujer era un asunto puramente genético. En el tope del rating existían las “deslumbrantes” y las hermosas de nacimiento; el resto del contingente se enrolaba dentro de las categorías de “atractiva”, “buenamoza”, “pasable” y “feúcha pero simpática”.
En cualquiera de estos rangos, lo que la naturaleza no había provisto se obtenía con algún esfuerzo: una “permanente” para las de pelo chuzo o un alisado para las que parecían poodle; las de pecho plano se ponían rellenos en el sostén y las que tenían mucho, como entonces no se usaba exhibirlo, se ponían blusas holgadas que también escondían los rollitos de la cintura.
Esbeltas o gorditas, las mujeres de antaño se asumían de buena fe, echando mano de los cosméticos, las dietas brujas, el bronceado veraniego y la peluquería. Ninguna fallecía queriendo ser más hermosa, situación extrema que sí se produce entre las miles de operaciones estéticas que se realizan a diario en el contexto mundial, información no siempre abierta a todo público debido a que se promocionan mucho más las intervenciones exitosas que los fracasos. Esto induce a errores sobre todo a gente que va a parar a clínicas mal equipadas o a manos de médicos sin experiencia, para poder financiar el “sueño de sus vidas”.
¿Quién puede ejercer la cirugía plástica en Chile? La Constitución y el Colegio Médico facultan a quienes poseen el título de médico cirujano, circunscrito en el ámbito de la medicina general, para realizar cualquier procedimiento quirúrgico y tratamiento relacionado con la salud de las personas. Una vez cursada la primera etapa, los profesionales realizan estudios de posgrado con el fin de perfeccionar sus conocimientos en la rama específica a la cual desean dedicarse.
Actualmente la única manera de graduarse en la especialidad de Cirugía Plástica Reconstructiva y Estética es a través de una formación universitaria en cirugía general y posteriormente en cirugía plástica, lo que puede tardar de dos a tres años. La ley chilena impone un examen escrito y práctico a los especialistas que han completado su formación en el extranjero, evaluación que debe efectuarse en un centro universitario acreditado.
Para los potenciales “pacientes” es importante recordar que no existe la especialidad de cirugía estética como tal, es decir, constituye simplemente uno de los campos de acción de la cirugía plástica, por lo que es recomendable desconfiar de quien afirme que es “cirujano estético”. Sacar una vesícula o las amígdalas puede resultar menos riesgoso que implantar prótesis mamarias, una operación terriblemente invasiva, y por tanto el ideal es recurrir a un profesional acreditado que posea una vasta experiencia en el arte de embellecer sin consecuencias indeseables y que además tenga sólidos antecedentes éticos.
Las exigencias no sobran. Hoy las variables que actúan en el ejercicio de la cirugía plástica con fines estéticos han cambiado radicalmente y el tema ya no está acotado a los casos que se trataban en las primeras décadas, de acuerdo a consultas específicas, tal como sucede en cualquier otra rama de la medicina, donde las operaciones representan una necesidad e incluso una emergencia que un profesional ha diagnosticado previamente. La cirugía estética puede crear una necesidad allí donde no existe y puede aumentar la demanda de una potencial clientela mediante ofertas que implican una rebaja en el costo de las intervenciones. Adicionalmente puede también dejar atrás los postulados de la ciencia médica y convertirse en una ambición personal, en el mismo nivel que cualquier negocio altamente rentable.
No es un tema “light”, ¡para nada!
Un error muy difundido en relación a la cirugía estética es quitarle la seriedad que tienen todas las otras ramas de la medicina. Es bastante usual que se la relacione con personajes del mundo televisivo, o incluso, de la farándula y del vodevil, por la promoción que se le hace en ese ambiente, donde muy pocas mujeres han resistido la tentación de hacerse operar alguna parte del cuerpo que les parece escasa o excesiva. En ese contexto los medios de comunicación resultan una excelente plataforma publicitaria, con lo cual todos ganan excepto el público, en especial los jóvenes, a quienes se les presenta una imagen distorsionada de los propósitos que originalmente tiene la cirugía plástica.
El sábado 12 de octubre de este año, un medio de prensa santiaguino publicó una crónica cuyo título no se corresponde con la rigurosidad de una disciplina médica: “Lo último en cirugías estéticas; pacientes piden menos volumen y “combos” con varias operaciones”.
Lo más sorprendente del artículo es que los cirujanos entrevistados, cuatro conocidos médicos chilenos, no tuvieron el menor recato en referirse a las prácticas propias de su profesión como “las nuevas tendencias estéticas para modelar los cuerpos con mayor facilidad.” Según uno de estos expertos, “los tratamientos buscan mejorar el contorno corporal porque la gente se comienza a sacar la ropa y se empiezan a notar los defectillos”. ¿Cuáles serían esos “defectillos”? Eso no lo especificó, pero sí dijo que en sus dos clínicas-spa, una en Santiago y otra en Viña del Mar, atiende entre 15 y 20 personas diariamente, quienes optan principalmente por los implantes de mamas, contornos de abdomen, glúteos y caderas.
En referencia a los peligros de las intervenciones estéticas, uno de los cuatro cirujanos, quizás el de mayor edad y experiencia, expresó “que se trata de cirugías que no invaden más allá de la piel, el tejido y el músculo. No operamos sobre órganos vitales. Donde nosotros aumentamos el riesgo es en la longitud de la cirugía porque nuestras anestesias son más largas; por ejemplo, una liposucción puede durar entre dos a tres horas y un procedimiento de hernia, sólo una hora. Lo que pasa es que en algunos casos hay que rotar al paciente para lipoaspirar las espalda, brazos y piernas.”-
Pero lo que se lleva las palmas en cuanto a la ligereza con la cual se juzga lo que en esencia es medicina pura, como la cirugía renal, o la oftalmológica, es la mención de otra tendencia de estos últimos tiempos, y es necesario transcribirla para poder rechazarla: “COMO LAS OPERACIONES SON CADA VEZ MÁS SEGURAS, LAS PACIENTES PIDEN CUMPLIR TODOS SUS SUEÑOS EN UNA SOLA INTERVENCIÓN. LO QUE ANTES SE HACÍA POR SEPARADO-ABDOMEN Y MAMAS POR EJEMPLO-HOY SE HACE COMO UN COMBO, TODO EN UNO.”
No es necesario ser médico ni enfermera para percibir el riesgo de tomar esta declaración al pie de la letra. Si la anestesia de la cirugía estética debe ser más prolongada y estamos hablando de dos intervenciones en una sola sesión quirúrgica, el tiempo que se requiere para efectuar ambos procedimientos inevitablemente tiene que aumentar, así como también la dosis del anestésico, lo que puede terminar en una tragedia si el equipo comete el más leve error de cálculo o si se presenta una variable desconocida en medio de la operación.
Por otro lado se le da muy poca relevancia a la cirugía plástica reparadora, que realmente pude hacer una gran diferencia en la calidad de vida de las víctimas de accidentes, o de las mujeres operadas de cáncer de mama. Sobre los casos en que se ha efectuado una mastectomía parcial o total, el doctor Juan Montedónico, con vasta experiencia en la cirugía reconstructiva, señaló que en la actualidad las técnicas de reconstrucción mamaria ofrecen procedimientos compatibles con la gran mayoría de pacientes.
-En términos generales-expresó el cirujano-la elección de la técnica a utilizar dependerá de factores propios de cada paciente, como el estado de salud, la forma y tamaño de las mamas, la piel y el tejido no retirados, los deseos personales de la mujer, además del tipo de mastectomía y el avance del cáncer.-
Según el especialista, se puede realizar una cirugía reconstructiva inmediata, es decir, implantar las prótesis en el mismo evento quirúrgico de la mastectomía y en este caso el beneficio es que la mujer no vive el impacto psicológico de sentir la ausencia de sus mamas; además evita los riesgos de una nueva operación y reduce los costos, pero esta alternativa también depende de los factores asociados a cada paciente en particular.
La otra posibilidad es la reconstrucción diferida, es decir, realizada en una etapa posterior, lo que permite completar una terapia o hacer un seguimiento cuando es necesario. En ambas opciones, la intervención se efectúa con los tejidos de la paciente, utilizando colgajos de piel extraídos del abdomen o de la espalda. Los resultados estéticos son más naturales que la reconstrucción que recurre exclusivamente a los implantes de silicona.