Aló, ¿algún político escucha?

  • Investigación de Unicef en octavos básicos del país revela la persistencia del delito sexual en la población infantil chilena.

  • La infancia es una etapa crucial en la vida humana, pero factores de todo tipo la están erosionando, y cada día es más breve y más conflictiva.

No votan, por lo tanto no son objeto de interés político; tampoco producen, así es que no aparecen reflejados en las curvas de crecimiento económico, y para completar tan magro panorama, todo lo que los afecta tiene poco cartel en la política contingente, por tanto las entrevistas y declaraciones suelen ser escuetas y escasas, máxime si el problema es grave y las responsabilidades saltan de una a otra autoridad como juego de pelota.

En ese contexto dolorosamente diluido en el escenario nacional, no es de extrañarse que el protagonismo de los niños chilenos se deba más a circunstancias adversas que a un bienestar sólido, producto de una política de Estado permanente, estable en el tiempo, y lo más importante, específicamente ideada para menores y no como parte de una estrategia que abarca también a los adultos de un barrio,  comuna o región.

Porque ser niño en este país puede ser terriblemente peligroso. Ya no se escapan ni siquiera los pequeños que ingresan a la educación pre escolar, y ello debido a que falta un reforzamiento de las leyes de protección en los jardines infantiles, y por otra parte, a la cantidad de maleantes que han eludido la prisión preventiva gracias a los nuevos procedimientos penales.

Al interior de las escuelas básicas municipales o particulares subvencionadas también existen carencias tanto de infraestructura como de alimentación, e incluso académicas, como lo demuestra la prueba Simce, pero aunque los semáforos hace tiempo que están en rojo y las señales abundan, las medidas que se adoptan por lo general no se basan en sondeos a nivel país y en consecuencia los resultados siempre son parciales.

Lamentablemente, si se revisan los programas de los alcaldes y concejales recién electos, ninguno incluye políticas sistemáticas enfocadas a  mejorar la calidad de vida de miles de niños carenciados en las comunas más pobres. Tampoco se menciona la urgente necesidad de crear  nuevas áreas verdes para juegos y deportes al aire libre, espacios protegidos que además, evitarían que muchos menores se formaran en las calles como potenciales delincuentes juveniles.  En el aspecto intelectual, la campaña de fomento a la lectura en los escolares, que a principios de este año fue todo un “boom” del presidente Sebastián Piñera, simplemente no se volvió a mencionar a nivel de municipios, por lo que esa iniciativa no prosperó.

 En medio de tantas dificultades, la familia sigue siendo el mayor, y quizás el último bastión donde la infancia es respetada como se merece, de ahí la importancia de resguardar esos vínculos y permanecer atentos no sólo a las necesidades físicas y emocionales de los niños sino muy especialmente, a los peligros que los acechan, dentro y fuera del hogar.

 Las peores lacras: agresiones y desapariciones.-

 Según un estudio realizado por Unicef, un 8,7% de los niños chilenos declararon haber sido víctimas de abuso sexual. Los sujetos de la investigación fueron 1555 escolares de octavo básico, residentes en siete regiones del país, incluyendo la Metropolitana, y según los resultados, ocho años es la edad promedio en la cual los menores ya han sufrido la traumática experiencia de una agresión sexual.

De acuerdo a estadísticas de 2005, un 70% de niños y niñas del país habían sufrido algún tipo de maltrato físico o psicológico en su primera infancia, un punto menos que la cifra entregada por Unicef para el año en curso, lo que significa que la misma situación se mantiene estable y sin posibilidades de remisión en el corto plazo, en especial tratándose de estudios basados en denuncias parciales y no en estudios que cubran la totalidad del universo infantil chileno.

Quienes han trabajado a favor de una niñez sin agresiones, saben, sin lugar a dudas, que cualquier cifra que se maneje sobre el particular sólo  refleja la mitad del problema, por cuanto siempre existe un número no determinado de abusos que muchos menores no se atreven a reconocer, menos aún a denunciar, sobre todo si son muy pequeños y no pueden expresarse bien.  Esta realidad implícita en la “cifra negra”, enfatiza la obligación que tiene el Estado de crear herramientas de prevención contra el delito sexual infantil y no sólo limitarse a los mecanismos de ayuda que comienzan a operar después de cometido el delito.

        Aún más silencioso es el número de niños desaparecidos en territorio chileno. Hasta donde se sabe, en el segundo semestre de 2001 se habían cursado 7000 denuncias de menores extraviados; fue el año en que las cajas de leche “larga vida” comenzaron a publicar fotos de niños de quienes solía pensarse que habían escapado del hogar en busca de un mejor destino.

La posibilidad de que pequeños entre los dos y los seis años de edad decidan voluntariamente alejarse del ámbito familiar, son remotas, no así las probabilidades de que el tráfico de menores continúe operando en Latinoamérica, Chile incluido, aunque ya no se hable del tema ni resulte conveniente ventilarlo.

Diferencias irreconciliables.-

En 2010, el Centro de Investigación Periodística, CIPER, escudriñó en el desolado mundo de los menores que viven en riesgo social, niños que integran el 25% de los chilenos más pobres, y por tanto enfrentan situaciones de abandono, maltrato y desnutrición. El sondeo recogió los testimonios e historias de vida de los mismos afectados, por lo que las conclusiones son fidedignas: A la falta de recursos se añade la crueldad de que son objeto por parte de sus propios familiares, muchos de ellos alcohólicos o drogadictos.

De acuerdo al estudio CIPER, “la pobreza es crítica y los especialistas coinciden en que se gasta apenas un tercio de lo necesario para rescatar a los niños más dañados y devolverles la vida digna que les garantiza la Constitución.” También se hace referencia a la última Encuesta de Caracterización Socioeconómica; CASEN, en la cual se determina que uno de cada cuatro niños chilenos inicia su existencia en situación de desventaja por el solo hecho de haber nacido en un hogar carenciado.

La brecha entre pobres y ricos es más dolorosa en el entorno infantil porque esas diferencias sociales han sido perpetuadas por los adultos a través de los años.  Una de las tantas evidencias de esta desidia por las necesidades básicas de los más chicos es la desorganización que reina en los sistemas de alimentación escolar. Un 70% de establecimientos educacionales de la zona carecen de comedores y servicios apropiados para entregar los almuerzos que en la mayoría de los casos, constituye la única comida fuerte del día para cientos de menores.

Según se ha señalado a los medios, los ministerios regionales de Salud y Educación y la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas apoyarán a los sostenedores de las escuelas en la tarea de mejorar las condiciones sanitarias de la elaboración de alimentos y la calidad de los mismos, un compromiso que debería concretarse en un breve plazo para dejar de ser, simplemente, una promesa más.

La brevedad de la infancia.-

Hasta hace poco tiempo, tal vez una década, se sabía que los menores de Chile estaban en alguna parte del mapa nacional, ocupados en las actividades propias de sus cortos años: jugar, hacer las tareas escolares y los fines de semana, pasarlo bien con los amigos del barrio.

Hoy las cosas han cambiado radicalmente: el término “menor de edad”  ya no es sinónimo de “niño” y no calza con el concepto genérico que los adultos conocen y asocian con la etapa más feliz y despreocupada del ser humano. De hecho, ese período que abarca desde 0 a 14 años, y que sigue siendo crucial en el paso hacia la madurez, en la realidad actual dura mucho menos, puesto que aún cuando los rasgos físicos puedan o no ser los de un niño, la edad mental y cognoscitiva ya no corresponde a esa condición.

María José Ballester, psicóloga clínica, mencionó algunos de los múltiples factores que han recortado los años de infancia y han creado nuevos problemas en su hábitat natural.

-“Uno de los fenómenos que más han afectado a los niños es la sobre exposición a los medios de comunicación masiva.”-señaló- Si antes sólo teníamos la televisión, que sigue siendo un tema preocupante, hoy debemos lidiar con la Internet y las redes sociales. Antiguamente existían las relaciones personales; los niños hacían   amigos en vivo y en directo y no a través de un aparato, por lo que había un mundo muy  resguardado, que admitía rencillas y reconciliaciones sin consecuencias, juegos al aire libre y una vida física y mental mucho más saludable.”-

La profesional se mostró en desacuerdo con las actuales exigencias del sistema escolar chileno, que a su juicio también aceleran el proceso de crecer.

-“Cómo se supone que un niño va a disfrutar de su infancia si ya desde la educación básica llega a su casa con un montón de tareas escolares para el día siguiente. Es más, en los parvularios de los colegios particulares, que son siempre muy codiciados,  los pequeñitos deben pasar primero por una entrevista y luego por un examen, y entonces se le pide que actúe de manera “apropiada”: Mi amor, concéntrate en lo que te dicen, saluda a la profesora, dale un besito.” Para un niño tan pequeño, esos filtros, que no son académicos sino sociales, resultan muy agotadores-“

Otro condicionante de la precocidad infantil, según la psicóloga Ballester, es el hecho de que tanto el hombre como la mujer deben salir a trabajar para sostener  el presupuesto, en perjuicio de la relación afectiva que mantienen con sus hijos.

-“A menos que se trate de papás muy especiales, lo normal es que esa pareja llegue a casa con un tremendo cansancio, lo que  en el fondo se traduce en, “Okey, te ayudo con la tarea, pero ojalá no hagas berrinches, no pelees con tu hermano,  no saques la bicicleta, etc”. “El mensaje es  claramente, que al menos por ese rato, no sea un niño y se comporte como grande, y lo más delicado  es que por afectividad, ese hijo va a intentar cumplir con las reglas del juego, va a tratar de ser lo que le piden sus padres, lo que sin dudas es una auto exigencia estresante y propia de los adultos.”

La psicóloga señaló que el conjunto de factores que  conducen a una madurez prematura, pueden terminar causando problemas serios, tales como las depresiones infantiles, el embarazo adolescente  y el bullying, una forma de violencia que es igualmente perniciosa para víctimas y victimarios.

Sigrid Boye

Viña del Mar, 6 de noviembre de 2012