sábado 3 mayo de 2014 | Publicado a las 3:51 pm · Actualizado a las 3:51 pm
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Everton: Crónica de un descenso anunciado
Errores en todos los estamentos –cuerpo técnico, plantel, dirigencia y autoridades de Viña- deben asumir su cuota de responsabilidad en este fracaso deportivo del club oro y cielo Nelson Acosta, el atribulado técnico que se ufana de tener “muchos logros” en su carrera, recurrió a lo más básico del ser humano que no sabe lo […]
Errores en todos los estamentos –cuerpo técnico, plantel, dirigencia y autoridades de Viña- deben asumir su cuota de responsabilidad en este fracaso deportivo del club oro y cielo
Nelson Acosta, el atribulado técnico que se ufana de tener “muchos logros” en su carrera, recurrió a lo más básico del ser humano que no sabe lo que es la sabiduría ni la templanza, ante los requerimientos de la prensa que en Talcahuano, le consultó sobre lo tardío del ingreso de Emiliano Romero al campo de juego. Fiel a su estilo de ver a enemigos, conspiraciones y maquinaciones donde no los hay, espetó a su eventual interrogador, “que era mandado a hacer preguntas ofensivas”, cuando se le hizo una simple pregunta futbolística. De esta manera, Acosta –viejo zorro y manipulador- escabullía sus propias responsabilidades en este nuevo fracaso deportivo de Everton, apenas un año y medio después de regresar al fútbol de primera división. Porque al ex seleccionador, le cabe una buena cuota en este descenso, tal cual le correspondió en el 2010, cuando a 7 fechas del final, viendo que no podría contar con Gustavo Dalsasso por lesión –la titularidad la ocuparía entonces un bisoño Sebastián Pérez-, arguyó que “el equipo no tenía respuestas y mejor di un paso al costado”.
En este reciente y doloroso descenso del elenco auriazul a la serie B -el séptimo en su historial deportivo-, Acosta es tanto o más responsable de una situación que toca a varios estamentos. El ex mundialista de Francia ’98, minimizó las posibilidades de que sus dirigidos no sumaran puntos en partidos claves –Audax Italiano y Ñublense, por ejemplo-, recurriendo a la excusa rebuscada y mediocre de criticar al entorno, a la prensa y a los clubes Unión La Calera, Unión Española, O’Higgins, y Universidad de Chile, por tener “más suerte” y colocar “equipos de suplentes y juveniles”, y de señalar una especie de “maquinación” en contra de Everton, de la cual “nadie se atreve a hablar”, según vociferó por los medios que quisieron inmortalizar sus curiosas teorías.
DESDE LA CABEZA…
A la dirigencia de Everton le corresponde asumir sus culpas, al creer que todo empresario del fútbol ofrece “grandes jugadores”. En ese afán incesante de lograr –más por azar que por un estudio científico- conseguir a un nuevo “Ezequiel Miralles”, se ha botado un dinero no menor, trayendo jugadores de dudosa calidad y comportamiento fuera de la cancha. La designación de algunos puestos claves –gerencia deportiva o coordinador del plantel- tampoco fue la más adecuada, incluyendo a asesores deportivos que no tuvieron ni el buen ojo ni el criterio para elegir un puñado de buenos jugadores que respondieran a su cartel de refuerzos.
La elección de los entrenadores tampoco fue acertada. El declive de Víctor Hugo Castañeda fue evidente y sus argumentos para justificar la ausencia de un sello futbolístico y mejores resultados, debieron ser detectados de antemano. Su reemplazante, Omar Labruna, debiera recibir un galardón como el “lobbista” del año…Su afán por convertirse en técnico de Everton le llevó noche a noche durante tres meses, visitar a los directivos oro y cielo para convencerlos de su “capacidad”. Algo cuestionable, considerando su fracaso en Colo Colo y su medio semestre relativamente bueno en Audax Italiano. Con el agregado que –salvo en el caso de Matías Donoso y Lucas Domínguez-, los refuerzos que él sugirió, fueron un fiasco.
Y lo de Acosta, una apuesta. Semi retirado y opinando como comentarista del CDF, el alopécico adiestrador creyó que su espíritu motivador y su “suerte”, le bastarían para salvar a un plantel muy mal conformado. Preocupado de pelear y criticar a la prensa, más que hablar de fútbol y de mejorar a sus dirigidos, Acosta mostró incapacidad técnico-táctica para virar a un equipo que requería mayor trabajo y convicción.
PLANTEL Y LOCALÍA
Por cierto, el descenso de Everton también debe ser asumido por los jugadores. Los ya señalados Matías Donoso y Lucas Domínguez salvan la situación por sus respectivos aportes, pero el resto de los “refuerzos” no tuvo un rendimiento siquiera regular. Luciano Leguizamón, Leandro Díaz –el primero en fracasar- y Oscar Carniello en el Clausura; Juan Carlos Lescano, Luis Alfredo Vila, Franco Dutari, Francisco Alarcón, Rober Servín, Francisco Bahamondez y Orlando Gutiérrez, tampoco marcaron diferencias respecto de lo que había en el plantel. Hubo además, episodios de indisciplina interna que tampoco fueron bien manejados por la dirigencia y cuerpos técnicos, derivando en una campaña que de aceptable en el Apertura, pasó a decepcionante el Clausura.
Un factor que pudo incidir hasta cierto punto en el rendimiento de Everton en los dos torneos, fue su localía itinerante. El escándalo por la demora en la construcción del nuevo estadio Sausalito, también debiera generar un mea-culpa de las autoridades de Viña del Mar. Su estrecho vínculo con la dirigencia evertoniana debió motivar un esfuerzo mayor para presionar por una mayor celeridad en las obras del nuevo estadio. Pero no fue así y la realidad –vergonzosa por cierto- apunta a que el Sausalito recién verá su nueva cara a comienzos del 2015. En el intertanto, Everton debió ser local en Quillota, Santa Laura y Valparaíso, con la consiguiente incomodidad para sus sufridos hinchas, y la falta de una consolidación de un padrón de juego lo suficientemente fuerte para intimidar a los rivales.
Se vienen días complejos para un Everton que tendrá que reestructurarse completa y seriamente, si no quiere prolongar su agonía en la serie B, tal cual ocurrió el 2010. Dos años tardó aquella vez el elenco auriazul en recuperar la categoría. Pueda ser que esta vez, todos los estamentos involucrados, comentan menos errores. La “Operación retorno” tiene que partir por no equivocarse tanto.