domingo 27 octubre de 2013 | Publicado a las 7:17 pm · Actualizado a las 7:17 pm
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Los perdidos valores de la política
Encuesta Auditoría a la Democracia reveló un notorio descenso de la confianza ciudadana en las instituciones y otras estadísticas preocupantes. No obstante, la valoración de la Democracia aumentó, a pesar de la mala fama que tiene la política. En las puertas de un nuevo acto electoral, la mayor parte del énfasis está enfocado en las […]
Encuesta Auditoría a la Democracia reveló un notorio descenso de la confianza ciudadana en las instituciones y otras estadísticas preocupantes. No obstante, la valoración de la Democracia aumentó, a pesar de la mala fama que tiene la política.
En las puertas de un nuevo acto electoral, la mayor parte del énfasis está enfocado en las campañas de gran despliegue mediático y en las gigantografías urbanas con mensajes que intentan resumir en un par de frases, el “pensamiento” de los postulantes a ocupar los cargos más relevantes en el quehacer del país. Hasta los medios de prensa han entrado en el juego; reportajes como sábanas proveen de abundante y completa información sobre un determinado personaje, y cada quien se identifica como el salvador de Chile, si no en estas elecciones, tal vez en las de 2017.
Es una especie de caldo concentrado de política al que se le atribuye no sólo el poder de compensar todo lo que los chilenos en edad de votar ignoran sobre las personas que desean representarlos, sino además, la capacidad de disimular la falta de consistencia de los discursos con un marketing rayano en lo vergonzoso.
Ya nada se trata a fondo, todo se arregla sobre la marcha, y una cantidad apreciable de candidatos que hacen caso omiso de la voluntad popular cuando corresponde escucharla, hoy intentan seducirla con propuestas que en algunos casos ni siquiera explican de dónde van a salir los recursos para concretar tanta promesa de solucionar proyectos largamente postergados y problemas estructurales ya arraigados en el país.
En relación a comicios anteriores, esta vez hay más candidatos a la presidencia de la República, lo cual podría considerarse beneficioso si todos ellos estuvieran en un mismo nivel de reconocimiento público, es decir, si realmente pudiesen competir en la preferencia del electorado bajo similares condiciones. Según lo demuestran algunos sondeos de opinión, no es así. Muchos chilenos comunes y corrientes no tienen idea de quiénes son aquellos que no se llaman Evelyn Matthei o Michelle Bachelet y es muy probable que se pregunten cómo y porqué se postularon al cargo más elevado de la nación y en apariencia, a última hora.
Por lo general elegir una profesión requiere tiempo y madurez; es lo que los padres les piden a los hijos cuando salen del colegio, de ahí que parezca extraño que alguien, en especial un adulto, se despierte una mañana decidido a ser presidente de Chile. Si bien se trata de una aspiración legítima, incuestionable si cumple con los requisitos, es probable que en la práctica provoque una dispersión de votos y por tanto, un efecto dilatorio en el resultado final.
La renovación de diputados y la de senadores en los distritos que corresponden tampoco despiertan un particular interés por apoyar una u otra candidatura. Ya suman cientos los chilenos que se han marginado de los procesos eleccionarios, principalmente debido al incumplimiento de las propuestas que formularon las autoridades mientras se postulaban a los cargos que hoy ejercen. La percepción colectiva tiende a dudar de que esta vez las cosas sean distintas, máxime cuando los temas sociales más urgentes no han sido resueltos, o han colapsado, como ocurrió con la delincuencia.
A estas alturas, revertir la desconfianza en los poderes de Estado puede resultar una misión imposible si no hay voluntad de sus representantes para hacer cambios profundos en la forma de aplicar la política. Recuperar lo perdido es renunciar a los
engaños que afectan la moral ciudadana; es dejar de manipular a los pobladores anunciando proyectos de ley que nunca se concretan; es dejar de favorecer a los que tienen mucho en beneficio de los que tienen muy poco, en una palabra, es aplicar los principios de la ética pública y privada, en todas las áreas de la vida nacional.
Las cifras no mienten.-
El 15 de enero de 2013 se publicó la tercera versión de la Encuesta Auditoría a la Democracia, emitido por el Programa de Naciones Unidas (PNUD) y el Consorcio de Centros de Estudios, organismo que agrupa a Cieplan, Libertad y Desarrollo, ProyectAmerica, Instituto Libertad, Chile 21 y Fundación Jaime Guzmán. Las dos primeras ediciones de la Encuesta se efectuaron en los años 2008 y 2010, y en su conjunto, la investigación tiene como objeto proporcionar un diagnóstico actualizado respecto a la visión de los chilenos sobre temas públicos tales como gobernabilidad, institucionalidad y participación ciudadana.
La muestra se realizó entre el 29 de octubre y el 30 de noviembre de 2012, a través de entrevistas cara a cara y en base a un cuestionario diseñado y consensuado por los principales centros de estudio locales, instrumento que se aplicó a 149 comunas del país. En detalle, el trabajo de campo se inició inmediatamente después de las elecciones de octubre con el fin de registrar las percepciones de los chilenos acerca del estado de la democracia, su importancia en el orden social, la transparencia de las elecciones y la apatía de los chilenos por la política, entre otros temas de interés general.
Los resultados de esta tercera versión de la Encuesta Auditoría a la Democracia revelaron que la ciudadanía se ha distanciado profundamente de los asuntos públicos: el respaldo al deber cívico de votar en las elecciones descendió de un 48% a un 40%, lo que se repite ante la premisa de que “siempre hay que obedecer las leyes y las normas”, ítem que decayó de un 48% a un 40%.
Un aspecto interesante fue el aumento en la valoración de la democracia sobre cualquier otra forma de gobierno, lo cual constituye un testimonio de que los chilenos, en general, son capaces de separar el mal desempeño político de los valores contenidos en el sistema democrático. Pese a que el incremento en ese tema subió de un 58% a un 64%, la respuesta a “¿Qué tan democrático es Chile?” no pasó la prueba y si bien la pregunta se evaluó en una línea de tiempo, las cifras denunciaron un retroceso en la percepción de los ciudadanos en cuanto a valorar la nación como “muy democrática”.
La confianza en las instituciones experimentó un descenso estadístico significativo en casi todas las entidades presentes en la medición. Sólo un 10% de los encuestados cree que los diputados y senadores representan a la totalidad de los chilenos, y el 77% opinó lo contrario, otro punto a favor de los ciudadanos, ya que deja muy en claro que al menos se dan cuenta perfectamente de que los tejemanejes al interior del Parlamento con frecuencia no consideran las demandas sociales.
El tema de la descentralización reveló un aumento en el interés por exigir una mayor participación ciudadana en la toma de decisiones y un retorno de poder desde las estructuras tradicionales a la sociedad civil. Un 72% de los encuestados señaló que “el Estado debería asignar más recursos para el funcionamiento de las instituciones regionales y comunales” y un 62% estuvo de acuerdo con la afirmación de que los gobiernos regionales y locales deberían tener mayor autonomía para concretar programas y proyectos públicos.
Respecto del cambio que significó realizar elecciones primarias para la selección de candidatos, la muestra evidenció una visión positiva ya que un 61% de los encuestados estuvo de acuerdo con la nueva modalidad.
En tal sentido, la aprobación de la Ley de Primarias representa un importante avance en esa materia.
“No están ni ahí”.-
Según la revista Humanum, los sectores que siguen participando activamente en las elecciones son los mayores de 35 años, los sectores con niveles más altos de escolaridad y los que se identifican con alguna corriente política. Por el contrario, los que muestran una creciente tendencia a marginarse de los procesos electorales son los indiferentes a los partidos políticos, los pobres y los jóvenes.
En agosto de 2012 el Instituto Nacional de la Juventud (Injuv) realizó un sondeo sobre la disposición y actitudes de sus pares con respecto al sistema de representación política. La muestra seleccionó a individuos entre 18 y 29 años, pertenecientes a todos los estratos socioeconómicos dentro de las quince regiones del país, y los resultados mostraron que los jóvenes chilenos no conocen los temas y conceptos políticos: El 70% de los encuestados ignora qué es el sistema binominal y un 73% no es capaz de nombrar a cinco de los 120 diputados que tiene el Parlamento.
Esta realidad, como lo señaló El director de Injuv, Felipe San Martín, ratifica el bajo interés generalizado que demuestra la juventud por el sistema político vigente, lo que a su vez explicaría la total falta de conocimientos sobre aspectos básicos que deberían saber. Según el dirigente, no se puede desconocer que actualmente existe una mayor preocupación de la clase política y de todo el país por integrar a los jóvenes en los procesos públicos, en especial a la institucionalidad, pero que ello va a ser imposible en la medida en que se manejen en ese nivel de ignorancia.
El estudio del Injuv reveló que un 45% estaba dispuesto a votar en las elecciones de octubre de 2012 pero a un 50% de los entrevistados no les interesaba quién sería electo como alcalde de su comuna. Debido a los resultados que arrojó el sondeo, el Instituto se propuso implementar algunas acciones fundamentales, como apoyar a todas las organizaciones juveniles que buscan resolver alguna causa social y de manera especial, fomentar la educación cívica.
San Martín declaró que ése es el punto estratégico más fuerte que ha acometido el Injuv en la última gestión: “Tenemos escuelas de ciudadanía donde trabajamos con 18.000 jóvenes en 2012. Vamos a 60 liceos públicos, entramos en los segundos, terceros y cuartos medios con el fin de que los escolares pasen por una elección ficticia, en la cual eligen a sus propios alcaldes y concejales.”
Esa iniciativa, proveniente de una entidad representativa de la población juvenil, tiene un valor enorme en términos de futuro ya que en algún momento la historia de Chile tendrá que recurrir a nuevos protagonistas para llenar los cargos públicos, los liderazgos y los escaños del Parlamento. Lo preocupante es que la decisión de fomentar de manera permanente la formación cívica en el estudiantado no proviene de la clase política, donde se forjan las leyes que hacen marchar una nación hacia un mejor destino. Hoy, a un paso de elegir a un nuevo Presidente y renovar una parte del equipo humano del Congreso, algunos candidatos compiten por llevarse el premio al peor slogan y a la peor publicidad, a lo que se debe añadir el pésimo ejemplo que significa descalificar al adversario, o su trayectoria, en lugar de identificarse mediante un buen programa a seguir en caso de salir electos.
Por otra parte, la entidad Acción Proletaria y el Movimiento de Izquierda Revolucionario, Mir, tampoco han legrado llegar al meollo del asunto ni entienden de qué se trata la pérdida de civismo. La marcha del 18 de octubre se realizó bajo la consigna “En estas elecciones no votes por ellos…¡bótalos!”. ¿Qué hacer entonces? ¿Qué se propone a
cambio? Lo que conviene hacer no es botarlos sino cambiarlos cuando la ciudadanía tiene la posibilidad de elegir; pero antes, es imprescindible investigar, sondear en los antecedentes de los candidatos para no darle poder a quienes no merecen tenerlo.