domingo 25 agosto de 2013 | Publicado a las 8:26 pm · Actualizado a las 8:26 pm
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Juzgados y condenados: ¡Animales delincuentes!
El hecho de que el Hombre esté en el peldaño superior de los seres vivos no le da derecho de hacer lo que le plazca con los que se hallan debajo en la escala biológica, como de hecho ocurre en Chile, país con muy poca cultura animalista a nivel institucional, empezando por el Parlamento, entidad […]
El hecho de que el Hombre esté en el peldaño superior de los seres vivos no le da derecho de hacer lo que le plazca con los que se hallan debajo en la escala biológica, como de hecho ocurre en Chile, país con muy poca cultura animalista a nivel institucional, empezando por el Parlamento, entidad que hasta la fecha no ha logrado dar con una ley definitiva, integral y eficiente que recoja todas las falencias de que adolece el país respecto a la tenencia de mascotas.
La responsabilidad, sin embargo, no puede atribuirse sólo a los legisladores, ya que para elaborar cualquier norma jurídica sobre un problema de índole social se requiere contar con los antecedentes, cifras y propuestas proporcionados por los organismos intermedios, en este caso, el ministerio y las seremis de Salud, así como también los municipios, no exentos de sugerir mejores ordenanzas de acuerdo a los datos que manejan y a las situaciones que viven las comunas a su cargo.
Desde una perspectiva global, el punto de partida de todas las complicaciones asociadas a las especies grandes, chicas, domésticas, selváticas o exóticas, en Chile, es en esencia la falta de respeto por la vida animal, que se ha perpetuado a través de los años tanto por la actitud permisiva de las autoridades pertinentes como por la falta de leyes adecuadas y políticas educativas persistentes en el tiempo.
Las precarias condiciones en que vive la fauna salvaje al interior de los zoológicos demuestran claramente la indiferencia del Estado por el bienestar de las especies animales. Con excepción del BuinZoo, que se ha preocupado de proveer áreas verdes más espaciosas a sus reclusos, hay otros, como el de Quilpué, que merecerían ser multados o clausurados por mantener a las especies en pésimos albergues, demasiado estrechos, desforestados o incluso inseguros para los visitantes.
Asimismo, el reglamento que rige la comercialización de animales exóticos deja muchos resquicios legales por donde es posible ganar dinero fácil y de manera poco escrupulosa, según se observa en algunas de las llamadas “tiendas de mascotas”, en las cuales los ejemplares se hallan bastante hacinados, sobre todo los cachorros, que se ven adormilados y no reaccionan con la vivacidad que debieran. Una situación similar se produce cuando un empresario decide exhibir animales ya sea con propósitos “educativos”, o bien aludiendo a la zooterapia, tan de moda en la actualidad, para lo cual arrienda a la municipalidad algún espacio más o menos apropiado, con un costo mínimo en las instalaciones que albergan a los sufridos ejemplares.
Está claro que las autoridades ejercen muy poca o ninguna supervisión sobre esos recintos, muchos de los cuales funcionan desde hace años con irregularidades evidentes que ya son de dominio público. Esta dejación explica en buena medida que el problema de los perros abandonados se les haya escapado de las manos cuando todavía era posible erradicarlo mediante acciones coordinadas del ministerio y seremis encargadas de la salud pública, con la participación de médicos veterinarios y entidades de protección animal. No fue así y hoy el problema se ha transformado en un atolladero que pone en peligro a la
ciudadanía, y a la vez, provoca sufrimientos innecesarios e inmerecidos a los perros vagos.
Con y sin pedigrí.-
En tal sentido, los animales de compañía comparten el nivel social de sus amos. Los hay ricos, de clase media alta y baja, o pobres de solemnidad como los perros que comparten “la situación de calle” con algún vagabundo a quien siguen desinteresadamente en sus correrías.
Si bien las mascotas de hogares acomodados suelen permanecer con sus familias adoptivas hasta que mueren, la condición económica no siempre es causa de la expulsión de un animal, ya que la experiencia veterinaria rescata a un gran número de amos que se las arreglan a como dé lugar para alimentar a sus regalones e incluso mantenerlos saludables y al día con sus vacunas.
¿Quiénes abandonan a sus mascotas y por qué? La pregunta debería interesar a quienes tiene que ver directamente con este mega problema o con los contenidos del proyecto sobre tenencia responsable de mascotas que actualmente se tramita en el Parlamento. El artículo 31 de dicha propuesta dice que “toda persona que sea amenazada o perturbada en su vida, su salud o su integridad por acción de un animal de los que trata esta ley (se supone que callejeros y/o peligrosos), podrá denunciar el hecho, sin mayor formalidad, ante el juez de policía local competente, a fin de que éste, en el más breve plazo, adopte las medidas necesarias para eliminar dicha amenaza o perturbación.”
Todo un absurdo. De partida, el mencionado artículo habla del animal que amenaza o perturba a una persona como si se tratara de un delincuente, capaz de darse cuenta del “delito” que se le imputa y sobre el cual actuará una denuncia, un juez y una condena. Es decir, lo único que falta es que haya también un fiscal y un defensor del perro antisocial, al cual, por otra parte, no se le relaciona para nada con la responsabilidad que tienen los humanos con las agresiones y perturbaciones de que habla la ley.
Según estudios realizados por el ministerio de Salud, Colegio de Médicos Veterinarios y sociedades protectoras de animales, anualmente unas 50 mil personas son mordidas por perros callejeros. De acuerdo a las cifras entregadas por dichas entidades, hay cerca de 5 millones 600 mil perros en Chile, de los cuales 2.912.000 vive con sus dueños. El resto de la cifra total se reparte entre los que han sido abandonados y los que, teniendo amo, vagan libremente por los espacios públicos.
Normas que no se practican.-
La abogada María Celeste Jiménez, especialista en Defensoría Penal Pública, utilizó internet para referirse al tema. Según señaló en su columna, no se justifica crear más leyes que quedarán perdidas, máxime si la norma vigente ya contiene los fundamentos necesarios para funcionar, como de hecho ocurriría si los ciudadanos realmente supieran en qué consiste esa ley, y si ésta se aplicara rigurosamente.
La profesional agregó que en la actual legislación sobre protección animal se indica claramente que se debe incluir contenidos que propicien un buen trato a los animales en la educación básica y media. También mencionó que en la ley 20380 se plantea que la esterilización será una opción preferente para el control de la población canina, y en cuanto a los culpables, el artículo 291 del Código Penal sanciona toda forma de maltrato animal.
¿Qué falta entonces? Posiblemente llegar a un acuerdo para definir responsabilidades y asignar las que correspondan a cada entidad involucrada. Sin embargo, como bien lo señaló la abogada Jiménez, ninguna de las normativas orgánicas emanadas de esas instituciones tiene entre sus objetivos, la protección o el bienestar animal, y esta omisión, que nunca ha sido considerada como un ítem relevante, se refleja
en las conductas de los ciudadanos cuando deciden llevar a sus mascotas a un camino poco transitado para dejarlos allí, condenados a mendigar, a volverse agresivos por el hambre, la sed y los maltratos en los vecindarios a los cuales recurren para sobrevivir.
De esa forma se completa el círculo vicioso, ya que hasta el momento no se sabe de ninguna persona que haya sido sorprendida in fraganti en el acto de despedirse para siempre de su perro. Por lo demás, ¿cómo comprobarlo? Se pueden esgrimir varios argumentos plausibles y escapar olímpicamente de la pena de multa que contempla el proyecto en trámite “por el abandono de animales en bienes públicos, parques, plazas y en sitios eriazos o baldíos”…
Otras disposiciones insertas en el Proyecto sobre Tenencia Responsable de Mascotas y Animales de Compañía, han asignado obligaciones en el nivel estatal y privado: el control de la población canina, así como también el manejo de los casos de rabia o brote epidemiológico de la misma, estarán a cargo de la autoridad sanitaria. Los municipios, a su vez, deberán entregar los animales abandonados a alguna de las organizaciones no gubernamentales de protección animal registradas de acuerdo a la presente ley, para sanitizarlos, esterilizarlos y reubicarlos siguiendo la misma política de “adopción” que se ha intentado hasta hoy.
¿De dónde saldrán los recursos para hacer todo aquello? Las ONG no tienen fines de lucro y las “adopciones” de animales en situación de abandono no ocurren todos los días, antes bien, son escasas y favorecen a las mascotas que se ven más saludables o son de alguna raza definida. Con suerte, algún “quilterry” se va meneando la cola con nuevos dueños y un mejor futuro.
Barbaridades.-
De qué otra forma se puede describir, en una sola palabra, el hecho de que los municipios autoricen el ingreso al país de especies exóticas, ya sea para comercializarlas o para exhibirlas. En el mall Marina Arauco está funcionando un espectáculo de reptiles, tortugas y otras especies de otras latitudes, que no resulta gratificante para quienes hacen el recorrido por el interior de la carpa. Tatiana Conrad, de nacionalidad suiza, salió defraudada de la exhibición porque una boa de respetable tamaño, estaba en un cubículo que apenas le permitía moverse. El adulto que la acompañaba también comentó que el hábitat de los ejemplares allí expuestos era, en general, inadecuado.
Pero más sorprendente (e indignante) es el aviso que circula en las redes virtuales:
“Anunciamos la llegada de hurones desde USA y otros países, disponibles para entrega el (…) Haga sus reservas ahora al teléfono (…) y obtenga un 10% de descuento.” “Para atender la creciente demanda de mascotas exóticas (hurones, guacamayos, pitones, boas, iguanas, tortugas, etc), un grupo de veterinarios y especialistas ofrecen en animales exóticos.cl, de Santiago, Chile, un servicio de calidad para quienes deseen obtener atención personalizada para las mascotas que adquieran.”
Es decir, un negocio redondo para todos, menos para las especies, la mayoría expuesta a vivir en casas que carecen de las condiciones climáticas y particulares que son propias de su entorno natural.
El médico veterinario Alejandro Tracchia, experto en esa materia, ha señalado “que uno de los puntos más preocupantes de esa “moda” es el contacto directo entre el hombre y la pseudomascota, el cual puede derivar en enfermedades virales, bacterianas, parasitarias y fúngicas, entre otras que pueden terminar afectando seriamente la salud pública.” Añadió que “esas prácticas culturales diezman las especies, como es el caso de las tortugas de tierra, que hoy se hallan en peligro de extinción.”